El sistema escolar argentino está organizado de forma centralizada y vertical. En la cúspide ministerios de educación en cada provincia con una estructura burocrática de ahí hacia abajo que no permite una buena y activa participación de los principales actores del proceso educativo: las familias, los docentes, la comunidad local y los propios estudiantes.

Este tipo de estructura no propicia ni ayuda a que el gasto en educación pueda ser bien aplicado debido a que debe financiar la estructura mencionada. Incluso quita el foco de la calidad y resultados obtenidos por cuanto la preocupación está puesta en el correcto funcionamiento de la estructura central.